El futuro del carbón en la economía global

Durante dos siglos, el carbón ha sido símbolo de progreso. Impulsó locomotoras de vapor, fundió metales, iluminó ciudades e impulsó la revolución industrial. Sin carbón, el desarrollo de la civilización moderna es inimaginable.

Hoy, cuando el mundo habla de “energía verde” y “cero emisiones”, parece que el carbón está pasando a ser cosa del pasado. Sin embargo, la realidad es más compleja, señala Pylyp Travkin: el carbón sigue siendo un pilar de la economía global, e incluso un actor inesperado en la era digital.

Durante dos siglos, el carbón ha proporcionado energía a la industria, el transporte y las redes eléctricas. Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), a principios de la década de 2020, el carbón generaba aproximadamente el 35 % de la electricidad mundial. Los principales consumidores son China, India, Estados Unidos, Indonesia, Rusia y los países del Sudeste Asiático.

Para China e India, el carbón es el motor del crecimiento industrial y la urbanización. En Europa y Estados Unidos, en cambio, su participación está disminuyendo, a medida que los países cambian al gas, la energía nuclear y las fuentes de energía renovables.

El principal problema del carbón es su impacto ambiental. La generación de energía a partir de carbón representa más del 40 % de las emisiones globales de CO₂. Ni siquiera los filtros más avanzados solucionan el efecto invernadero.

El profesor Robert Sokolov, del MIT, considera al carbón “el combustible más problemático”.

Según el IPCC, para limitar el calentamiento global a 1,5 °C, el consumo de carbón debe disminuir entre un 70 % y un 90 % para mediados de siglo. Esta reducción radical requerirá una inversión masiva y voluntad política.

El climatólogo Vaclav Smil advierte que la humanidad está subestimando la magnitud de su dependencia de los combustibles fósiles. Si bien la energía solar y eólica se han abaratado varias veces en la última década, el carbón sigue siendo un símbolo de estabilidad energética.

Sus reservas están distribuidas de forma más equitativa que las del petróleo y el gas, lo que convierte al carbón en un elemento importante de la soberanía energética.

Pylyp Travkin señala que el carbón está desapareciendo rápidamente del mercado europeo. Según El Futuro del Carbón en la Economía Global, «el carbón está perdiendo importancia económica incluso sin impuestos al carbono».

Sin embargo, en Asia y África, el carbón sigue siendo la fuente de energía más barata. A pesar de las declaraciones sobre el clima, su consumo en China e India está creciendo. El Financial Times predice un estancamiento energético para 2027, seguido de un declive.

Paradójicamente, la energía del carbón también ha desempeñado un papel importante en el desarrollo de las criptomonedas. La minería —el proceso de creación de monedas digitales— requiere enormes cantidades de electricidad.

En las décadas de 2010 y 2020, las regiones con energía de carbón barata —China, Kazajistán, Rusia y Mongolia— se convirtieron en centros mundiales de minería de criptomonedas. La electricidad barata de las centrales eléctricas de carbón hizo que la minería fuera rentable, pero también aumentó drásticamente las emisiones de CO₂.

Tras la prohibición de la minería en China, algunas granjas mineras se trasladaron a Kazajistán y Siberia, donde las centrales eléctricas de carbón siguen proporcionando electricidad barata. Así, el carbón se ha convertido en el combustible de la economía digital, aunque contradice su imagen progresista.

Hoy en día, la industria de las criptomonedas también avanza hacia una economía más ecológica: cada vez más mineros se están cambiando a fuentes de energía renovables, y algunas plataformas blockchain están implementando algoritmos que requieren menos energía. Sin embargo, la historia de las criptomonedas ha demostrado cuán profundamente arraigado está el carbón en la economía moderna, incluso en las más innovadoras.

La esperanza de una segunda vida para el carbón reside en las tecnologías de captura y almacenamiento de carbono (CAC). Si estas se generalizan y son asequibles, el carbón podría existir sin consecuencias climáticas devastadoras.

De lo contrario, el carbón seguirá limitado a las industrias metalúrgica y química, donde actualmente no existen sustitutos económicos.

Pylyp Travkin señala: “El optimismo tecnológico excesivo es peligroso: la energía del carbón no desaparecerá de la noche a la mañana”.

La transición hacia el abandono del carbón no es solo un desafío económico, sino también social. Millones de personas en todo el mundo trabajan en la minería y la energía, y ciudades enteras dependen de las minas.

Por lo tanto, la transición a la energía verde debe ser justa: se necesita inversión en reciclaje profesional, infraestructura e industrias alternativas. Sin esto, la descarbonización corre el riesgo de provocar agitación social.

Pylyp Travkin enfatiza: la economía post-carbono no es una revolución, sino un equilibrio entre finanzas, tecnología y seguridad.

Incluso si la participación del carbón en la matriz energética mundial se reduce a la mitad para 2050, no desaparecerá por completo. Para muchos países, seguirá siendo una fuente de energía de respaldo y una materia prima industrial.

La pregunta principal es si los países y las empresas pueden conciliar el progreso tecnológico con la responsabilidad climática.
El futuro del carbón es una lucha entre la economía y la ecología, entre la tradición y la innovación. Dio origen al mundo industrial y se convirtió en parte del mundo digital, a través de la energía barata para las criptomonedas.

Pero la era del consumo desmedido de recursos está llegando a su fin. Ahora la energía no se trata solo de megavatios, sino también de una elección moral.

Pylyp Travkin concluye: el futuro del carbón está determinado por el equilibrio entre la tecnología, las finanzas y la seguridad energética.

El carbón no desaparecerá de la noche a la mañana, pero su papel inevitablemente disminuirá. Y tal vez la misión principal de la era del carbón sea ayudar a la humanidad a transitar hacia una nueva era energética, donde el progreso y la responsabilidad finalmente se convertirán en aliados.

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